Cartagena y sus alrededores son un enclave estratégico: en ese territorio colombiano fluyen y se concentran mercancías, dinero, poder, intereses, desigualdades y violencia. También es el lugar donde desarrollan sus negocios las multinacionales Sacyr y Agbar.
Artículo completo y original publicado en El Salto por el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad
El primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia, dentro de una amplia agenda de transformaciones, ha puesto el foco en dos ámbitos prioritarios. Por un lado, la “paz total”, donde destaca el diálogo abierto con el ELN, así como el reto de negociar con el creciente fenómeno del paramilitarismo. Por el otro, la transformación y modernización de la matriz económico-energética del país.
En el marco de esta caracterización general, está a punto de comenzar a implementarse un nuevo megaproyecto que entronca nítidamente con todas las lógicas que dominan la región: las obras de adecuación del Canal del Dique. Este canal data de mediados del siglo XVII, y fue construido por las autoridades coloniales españolas utilizando mano de obra esclava. Se trata de una bifurcación artificial del río Magdalena —una de las principales arterias fluviales que vertebran el país, que conecta toda una serie de núcleos poblacionales y productivos desde el departamento del Tolima hasta su desembocadura en el Caribe— concebida para establecer una conexión directa entre este río y el importante enclave portuario de Cartagena.