El área que rodea Tarragona concentra el complejo petroquímico más grande del sur de Europa y la amenaza de megaproyectos turísticos como el Casino Hard Rock. Una investigación impulsada por Suds y el Observatorio de la Deuda en la Globalización compara la situación en Tarragona con la de las llamadas zonas de sacrificio en países del Sur Global, y visibiliza las resistencias feministas en defensa de la vida y del territorio.
Una gran sombra en forma de guitarra eléctrica gigante está suspendida entre Vila-seca y Salou, a 13 kilómetros de la ciudad de Tarragona. Se trata del Hard Rock, un conglomerado de empresas turísticas que busca construir aquí el casino más grande de Europa.
El perfil del edificio —de hasta 90 metros de altura— podría llamar la atención desde lejos, pero este tipo de infraestructuras no son extrañas en la zona. Salou alberga el gigantesco parque de atracciones PortAventura y se encuentra en la Costa Dorada, salpicada de grandes centros turísticos como Cambrils, llenos de hoteles de varias plantas y resorts con piscinas. La terminal de cruceros del puerto de Tarragona y la estación de trenes de alta velocidad de la ciudad completan el paquete, garantizando así la llegada de turistas.
En este contexto, Hard Rock, una franquicia propiedad de los indígenas seminolas de Florida (Estados Unidos), planea construir uno de los casinos más grandes del mundo y el mayor de Europa. El proyecto se presenta como una entrada de inversiones de capital extranjero y como una forma de diversificar el perfil de los turistas de la zona, atrayendo a un público más internacional.
“En el Camp de Tarragona hay una falta de empleo constante, porque la instalación de proyectos (turísticos, industriales) ha expulsado a la gente de sus pueblos y ha provocado el abandono masivo de los campos”
En la práctica, sin embargo, organizaciones locales como la plataforma Aturem Hard Rock denuncian que su construcción supone un enorme impacto ambiental. Entre otros daños, citan el elevado consumo de agua y energía que generaría en un territorio afectado por la sequía agravada por el cambio climático, así como la presión que ejercerá sobre una zona ya intensamente explotada por el turismo. Y aunque se promociona como una fuente de empleo local, las organizaciones también cuestionan el tipo de trabajos que ofrecerá.
“En el sector turístico, el trabajo está feminizado y precarizado, y son las mujeres migrantes quienes se dedican a las tareas de limpieza más precarias. La brecha salarial en este sector es mucho mayor. Y en el Camp de Tarragona hay una falta de empleo constante, porque la instalación de proyectos (turísticos, industriales) ha expulsado a la gente de sus pueblos y ha provocado el abandono masivo de los campos”, explica Anna Recasens, integrante de la plataforma Aturem Hard Rock.s i ha provocat l’abandonament massiu dels camps”, explica Anna Recasens, integrant de la plataforma Aturem Hard Rock.